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El Alto Palancia

Un reportatge d'Emili Piera

Emili Piera

Mentar el Alto Palància, Navajas, Soneja o Viver, por decir algo, era, en el pasado, convocar una sensación de alejamiento. Como cuando nos referíamos a Morella. No era una lejanía ajustada a la trama de meridianos y paralelos, sólo una sensación, un hecho psicológico: la carretera se hacia larga, lenta y pesada, un problema que resolvió de manera tajante la llamada autovía mudéjar que escala la pendiente entre la costa y las cuestas del viejo puerto del Ragudo y desemboca, en primer lugar, en el altiplano turolense.

Ahora sólo falta un buen ferrocarril, un tren a Zaragoza y, más allá, Pamplona y Bilbao, un tendido ferroviario reparado y puesto al día con unos recursos razonables para retirar de la autovía unos cuantos de los muchos millones de toneladas de mercancías que ahora se mueven por esta carretera a bordo de camiones de todas las tallas.

Ahora, las principales poblaciones de la comarca se encuentran a entre 30 y 50 minutos de València en coche, lo que anima, sin duda, el mercado inmobiliario de la comarca. Esa accesibilidad se ve favorecida por dos pasillos, uno terrestre y otro fluvial, el primero pegado al segundo: los centros de población más importantes se alineen a lo largo de la autovía y el río, claro, aunque haya otros pueblos que gozan de una especial y fecunda excentricidad, especialmente aquellos que se encajan, a horcajadas, en las laderas meridionales de la sierra de Espadán (la vertiente norte es igual de interesante pero ya pertenece a otra comarca: el alto Mijares) o que buscan como Bejís el arranque mágico, la fuente fabulosa del nacimiento y niñez del Palancia.

Todas las comarcas tienen un centro espiritual que bien pudiera ser la cartuja de la Vall de Crist donde el hermano de Sant Vicent Ferrer, Bonifaci, ejerció de prior. Bonifaci había sido, antes, fraile de Portacelli, en Serra.

Sin embargo, el centro del ministerio religioso, de la religión organizada administrativamente, era y es Segorbe, ciudad diocesana con princesas de gran poderío y parientes del muy mentado linaje de los Medinaceli. La ciudad es un centro administrativo y de servicios pendiente de las necesidades inmediatas de las pequeñas poblaciones que recurren a ella y que es su principal industria. Max Aub, el escritor valenciano de familia judía, veraneaba con sus padres en Viver como tantas familias de clase media de las ciudades del litoral, familias que preferían el campo y las pinedas antes del naciente veraneo en la costa. Su archivo personal y documentación literaria se conserva en su fundación creada en Segorbe.

Más abajo ya está Viver que es ciudad de abundantes y buenas aguas, con una inquieta cooperativa que produce renombrados aceites, frutos secos y legumbres y que ha contribuido no poco al restablecimiento de la agricultura vinícola. Los vinos de la comarca fueron recuperados, aún se están recuperando, hace unos pocos años.

Pero el centro de devoción popular es la Cueva Santa que una vez al año acoge peregrinos de los límites entre Castellón y Valencia, de Altura y el pueblo de Las Alcublas, en la Serranía.

Jérica es, con Segorbe, el centro urbano que cuenta con un casco antiguo mejor conservado que no relamido pues es secular la tendencia de los vecinos a recostarse en sus viejas murallas que hoy encubiertas o disimuladas cierran del lado de su calle principal sus modestas viviendas con alma de torreón y almenas. Calles con fuerte pendiente en dirección al recinto amurallado, calles hermoseadas por esa forma de jardinería miniaturista que son las macetas cuidadas con verdadero primor. Tiene castillo, por supuesto, y puerta de piedra. Y buenas posadas para consolarte de los trabajos en ruta.

Los toros son el gran espectáculo de Segorbe y Jérica, sin despreciar otras poblaciones que pagan su tributo al animal totémico en celebraciones de gran colorido y mucha imaginación. Cualquiera puede sentir como su corazón se alboroza y llena de temor, todo a la vez, cuando los toros de Segorbe conducidos por los caballistas irrumpen en las calles de la capital comarcal con los espectadores apenas a unos centímetros de las pezuñas y cascos que trotan, confundidos que no revueltos, en el camino vertiginoso y preciso, que los jinetes les imponen a las reses.

Navajas es famosa por el Salto de la Novia uno de los caprichos que el Palancia crea en su curso como produce otras fascinaciones en sus recodos ocultos. Es famoso, también el árbol monumental que preside la plaza de Navajas.

Más abajo y sin apartarnos de la ruta principal la comarca se despide en dirección a Sagunto con la maravilla de Sot de Ferrer con su iglesia y palacio, monumentales, uno de los más hermosos calvarios de España y una formidable ermita a San Antonio Abad que forma parte de una ruta de la que disponen los senderistas para su placer.

El lado más salvaje de la comarca es la sierra de Espadán con pueblos como Vall de Almonacid, Algimia de Almonacid, Azuébar, Castelnovo, Matet, Higueras o Torralba del Pinar que conservan memoria y trincheras de nuestra carnicería civil, pueblos que alimentan sus magníficas olivas de alma dorada y, como no, los vinos y quesos de Almedijar, los bosques de alcornoques, los balnearios de Montanejos con sus fuentes termales y el desfiladero de Chillapájaros que desemboca en Cortes de Arenoso y su pantano.

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